NAVEGAR

Soy Theda, una fotógrafa que vive y navega en un barco de vela. Estos son algunos de los recorridos y lugares que hemos visitado con nuestro barco Olé, un catamarán de 38 pies, además de pensamientos y anécdotas durante ésta travesía de vida por los mares. Salimos de Francia en Junio de 2011, y desde entonces hemos recorrido parte del Atlántico, Mediterráneo y ahora en 2013 estamos navegando en el Caribe.

miércoles, 30 de octubre de 2013

Siracusa, donde Arquímedes dijo ¡Eureka!

Navegamos hacia el estrecho de Messina, la predicción era de poco viento pero pudimos ir a vela, con tramos de 6 a 7 nudos de velocidad. La travesía duró diez horas desde las islas Lipari. Al entrar al estrecho fuimos ciñendo para no bajar la vela, todavía era de día y navegamos entre la parte Este de Sicilia y el Sur de Calabria, una enfrente de la otra y el mar en medio. La parte más angosta tiene menos de dos millas, los ferries pasaban de un lado al otro, cruzando delante y detrás nuestro, había que tener cuidado porque iban rápido. Tardamos unas horas en llegar hasta Taormina, un poco antes de la media noche echamos el ancla frente a la playa y las luces del pueblo todavía estaban encendidas, Allí pasamos la noche. Al día siguiente navegamos con viento a favor, unos 13 nudos y Olé iba a 6 nudos de velocidad, fuimos hacia el sur, a Siracusa, una de las ciudades más antiguas y bellas del mundo, para mi. Entramos la noche del 23 de Octubre de 2011 a la bahía, las luces del Castillo Maniace estaban encendidas y fondeamos frente a una de las ciudades más antiguas del mundo. Al día siguiente las campanas de la iglesia nos despertaron estábamos frente a Ortigia la ciudad vieja, que está en una isla unida por un puente a la ciudad moderna.


Entramos unos días a la marina yachting, para protegernos de un fuerte viento que anunciaron que entraría, pero los pantalanes eran flotantes así que se movían con la marea, tuvimos que sujetar muy bien el barco con varias amarras. Después de varias horas de trabajo con el barco, salimos por la tarde a visitar Siracusa, con 2,700 años, fundada por los griegos, luego perteneció al imperio Romano, y después al Bizantino, está en el sur de Sicilia. Hay restos de ruinas griegas y romanas por toda ciudad; un templo de Apolo, un teatro griego y un anfiteatro romano.


Ortigia; la ciudad donde nació el genio, físico, ingeniero y matemático griego Arquímedes, sufrió un par de terremotos fuertes que la destruyeron, así que no queda casi nada de aquella época, la reconstruyeron entera en 1730 con un estilo único; barroco siciliano. Estuvimos dos veces, ésta primera un par de semanas y la segunda vez cuando regresamos de Grecia en febrero de 2012Caminar por las calles es un placer, me encantaba salir temprano en la mañana cuando la ciudad está despertando y los primeros rayos de sol la iluminaban, me perdía por las callejuelas del centro, cada día descubría casas y calles distintas. Regresaba por el lungomare, el paseo marítimo de levante, y me quedaba viendo el mar, a veces estaba calmo y otras veces bravo con olas que reventaban y llegaban a mojarme un poco.


Descubrimos una pizzeria buenísima D´Mario, de una familia siracusana, el padre y el hijo cocinaban y la madre atendía en la caja, solo abrían por las tardes de 6 a 10 pm, el local era pequeñito así que me las llevaba al barco, mmm que buenas estaban!. Algunas mañanas iba al mercado, los del puesto de pescado eran muy simpáticos, y también los de la fruta, siempre me regalaban algo. También vendían un queso pecorino (oveja), muy rico, aceitunas y pan fresco.


El duomo (catedral) está en una plaza cerrada y peatonal, su fachada es de de mármol y granito, tiene columnas corintias, esculturas religiosas y escalinatas que te llevan hasta la gran puerta de entrada, por las tardes veías a las mamás sentadas en las escaleras conversando mientras sus hijos jugaban en la plaza. Eso me encantaba de Siracusa que es una ciudad viva donde ves a su gente haciendo su vida cotidiana.

El turismos llega generalmente en verano, la primera vez que la visitamos era otoño y la segunda invierno, así que éramos de los pocos turistas que habían. Hacia un poco de frío a pesar de que Sicilia es de los lugares con mejor clima de toda Italia, pero la luz de invierno es de las más lindas para tomar fotos; cálida y rasante. El único problema del invierno es que hay días de temporales, entra mucho viento y lluvia, nos tocó uno fuerte que no pudimos bajar del barco porque se movía mucho y había oleaje.

Caminando por las callejuelas del centro encontré una pastelería que vendía unas galletas Eureka, entre para probar alguna, estaban ricas; de avellanas y frutos secos. Ésta palabra la dijo Arquímedes cuando resolvió un problema para calcular la masa y el volúmen de un cuerpo, salió a las calles gritando ¡Eureka!, que significaba lo he encontrado.


Un domingo fuimos al teatro dei pupi (marionetas), es una compañía de unos hermanos de gran tradición Siracusana, ellos mismos han hecho las marionetas por varias generaciones. Nos tocó ver "Gradasso assedia Parigi", estuvo entretenido y las marionetas estaban geniales.


Algunas tardes íbamos a la ciudad nueva que esta cruzando el puente, vive más gente, es más comercial y allí encuentras los supermercados grandes.


Los Siracusanos nos hicieron sentir como en casa, pasear por sus calles, saludar a los conocidos era como ser parte de esa historia y belleza. La mayor parte del tiempo estuvimos fondeados en la bahía, me encantaba despertarme y desayunar viendo la ciudad, era la mejor vista que podíamos tener, toda la ciudad frente a nosotros.


martes, 29 de octubre de 2013

Stromboli, un volcán activo

Sólo pensar que navegaríamos cerca a un volcán activo me daba mucho miedo, pero leí que era seguro, y mucha gente como nosotros iba en su barco para ver Stromboli, uno de los pocos volcanes activos con erupciones menores constantes durante el día, así que me animé.  Salimos de Cantabria el 17 de Octubre de 2011, navegamos toda la noche a vela para poder llegar de madrugada a las faldas del volcán y poder ver la schiara de fuoco, que son explosiones de lava que van bajando por el volcán hasta el mar, y sólo se ve de noche. Es un río de fuego que desciende, un espectáculo maravilloso, en ese momento me olvidé del miedo. 


No nos acercamos mucho con el barco porque puede ser peligroso, el fuego caía en el mar y burbujeaba hasta enfriarse. Le dimos una vuelta a la isla mientras amanecía, hasta llegar a la cala San Lorenzo, allí fondeamos un momento para descansar. Por la tarde nos movimos a una boya frente al pueblo y el volcán, me asomé a la ventanilla del barco y estaba allí; majestuoso con una fumarola constante en la punta. Bajamos al pueblo al día siguiente, el dinghy lo dejamos en la playa de arena negra. Tomamos un tour para subir al volcán, con un grupo de veinte personas y un guía, la excursión dura tres horas y sales a las 4 pm, es bastante cansado porque el camino es empinado, al comienzo vas por un camino de tierra bordeando el mar, da un poco de vertigo pero el paisaje es imponente, el mar era azul profundo, y allí estaba Olé, pequeñito en el agua. 


Rentamos botas para escalar más cómodos, después el camino cambia y subes por la lava, resbala un poco, caminamos por dos horas hasta llegar al mirador que está a 800 metros, hacia frío, estábamos al borde del mar hacia el otro lado del pueblo, por donde llegamos el primer día con el barco en la madrugada. Ya era de noche y empezó el espectáculo de las explosiones de lava, primero se escuchaba un sonido estridente que hacía retumbar la tierra, después se sentía el calor del fuego, y las cenizas que caían. Estas explosiones se repetían cada diez minutos, era impresionante sentir la fuerza de la naturaleza, estuvimos allí una hora en silencio; disfrutando, no te dejan estar más porque inhalas azufre. La bajada fue por otro camino y la hicimos más rápido, en 40 minutos ya estábamos en el pueblo. 


Al día siguiente el barco amaneció con una capa de ceniza, los primeros rayos del sol iluminaban Stromboli con su fumarola en la cima, y pensar que habíamos estado allí arriba tan cerca. Subimos el ancla y navegamos al lado de Strombolicchio, un pequeña roca que sale del mar que algún día fue el tapón del volcán. 


Napolés, pizza y caos

Desde niña siempre había escuchado hablar de Napolés, porque tengo un tío de allí y siempre que nos visitaba hablaba de su ciudad, y mi tía contaba anécdotas muy divertidas de la gente, parecían escenas de películas italianas, el típico familión con la nonna (abuela), sentados todos en la mesa y la mamma llevando una olla enorme de spaguettis, todos hablando y discutiendo al mismo tiempo. Eso es Napolés caótica pero familiar. Decidimos ir en el ferry desde Procida, porque nos habían comentado que las marinas de Napolés son caras y un poco peligrosas porque a veces roban. Llegamos al puerto y lo primero que vimos son los dos castillos que están conectados entre si por un paseo a la orilla del mar Tirreno, el Maschi Angioiono y el Castello dell´Ovo. Desde allí fuimos caminando al centro, antes entramos en la Galleria Umberto I, que junto con la de Milán es de las más bonitas de Italia, con el piso decorado, vitrales en el techo, tiendas y cafeterías en su interior. 


Saliendo de allí caminamos hasta la plaza plebiscito, una plaza circular y grande, donde está la Iglesia de San Francisco de Paola, justo se estaba celebrando una boda, cuando salieron los novios les aventaron papelitos recortados en forma de corazón, todavía conservo uno. 


Eso si, el tráfico es bastante caótico, los autos no ceden el paso a los peatones y las motos van a toda velocidad, pero eso no me sorprendió nada porque es como en México, recuerda un poco a la ciudades del tercer mundo, aunque estás en Europa. Nos habían advertido de que es peligrosa pero en ningún momento me sentí insegura por sus calles, al contrario me pareció muy vital, llena de gente por todos lados, pero un poco sucia y caótica, en algunas zonas. La via Toledo es la calle comercial con tiendas y vendedores ambulantes, había un vendedor de peperoncino, una especie de chile muy típico que se usa en la comida italiana, tenía un gorro con peperoncinos, vendía llaveros, magnetos y postales. Entramos a la heladería Infante, a tomar un helado de nocciola (avellana) y limoncello, mis sabores favoritos. 


Subimos en el funiculare centrale a la zona de San Marino, un barrio con casas y edificios antiguos muy bien conservados, es un barrio residencial. Al lado de la Certosa de San Marino hay una vista panorámica de la ciudad, nos quedamos un buen rato disfrutando de la vista, y hacia la derecha se ve perfectamente el Vesubio a lo lejos. 


Nos recomendaron un restaurante familiar en esa zona; L´Angolo del Paradiso, y fue la mejor elección del día, disfrute tanto la pizza y el spaguetti con gamberi, no era nada turístico y estaba realmente delicioso.

En Napolés se inventó la pizza y la más típica es la margarita, con masa delgada y crocante, tomate fresco, mozarella de búfalo y albahaca, un verdadero placer para el paladar. Se come delicioso, son comensales exigentes y a la gente le encanta hablar de comida, cuentan que todas las madres napolitanas son excelentes cocineras y lo primero que pregunta a sus hijos al despertarse es ¿qué quieren de comer?. 


Por la tarde bajamos en el funicular hasta la  piazza de Gesú y la iglesia de Santa Chiara, hay muchas iglesias en toda la ciudad y por dentro son super bonitas, con imágenes de cristo, vírgenes y cuadros antiguos, son verdaderos museos. Antes de regresar al ferry nos comimos unas porciones de fritti misti, hay pequeños locales donde solo venden frituras de verduras (berenjena, brocoli, alcachofa), pescado y queso, te las dan en unos conos de papel, están buenísimas. Regresamos al barco agotados pero satisfechos y felices.

lunes, 28 de octubre de 2013

Rumbo a las islas Pontine

Salimos en el atardecer del puerto de Roma hacia las Islas Pontine, un archipiélago que está en el mar Tirreno, al sur de Roma, es un destino de fin de semana muy típico para los romanos. Al comienzo nos tocó poco viento así que tuvimos que ir un tramo a motor, eso lo hace un poco pesado, pero en la madrugada subió el viento y pudimos subir la vela, y navegar a buen ritmo. Llegamos a las diez de la mañana a la primera isla, Palmarola; un 03 de Octubre de 2011, mientras nos acercábamos veíamos diversos tipos de formaciones rocosas, había una piedra blanca casi en medio que sobresalía por su punta, muy curiosa.


Echamos el ancla cerca a la orilla, habían pocos barcos porque la temporada de verano ya había terminado en Italia, a pesar que el clima aún estaba agradable. Nos dimos un buen baño para refrescarnos un poco después de haber navegado toda la noche, el agua estaba tibia, una temperatura perfecta. Después nos fuimos hacia la cala di Luna, en la isla de Ponza, una playita super linda, para pasar la noche allí, en el camino pescamos un pequeño atún, así que la cena se solucionó. Lo preparé en el horno con perejil, ajo y aceite de oliva, acompañado de unas papitas al horno y una ensalada de tomate con albahaca y aceitunas negras.


Por la mañana fuimos nadando a la playa desde el barco, es una sensación increíble salir del barco libremente y nadar. La playa estaba vacía, éramos los únicos, recuerdo que había una pared de roca enorme de color claro pasando la arena. Paco puso en la proa del barco una hamaca mexicana que teníamos guardada, para descansar, disfrutar del mar y la brisa. Por la tarde fuimos a dar una vuelta a la isla en el barco, es cuando hay una mejor luz para tomar fotos. La ventaja de ir en barco es que puedes acercarte y ver desde otra perspectiva la tierra, la isla es volcánica y con muchas gamas de colores en las rocas: blancas, rojizas, marrones y en lo alto hay vegetación.


En el atardecer fondeamos frente al puerto de Ponza, aquí es donde está el pueblo, principalmente era de pescadores, pero ahora también es turístico sobretodo en verano, hay algunas tiendas y restaurantes. Las casas estan hacia arriba, hay que subir escalones, y te puedes perder entre sus estrechas callecitas, si sigues el camino bordeando el puerto llegas a la iglesia, pero el pueblo sigue más arriba hasta llegar al otro lado donde hay una vista espectacular del mar. Entramos a una tiendita a comprar algunas cosas de comer y la señora que atendía nos decía que le habíamos alegrado el día porque en está época el pueblo está muy triste porque no llegan visitantes.


Al día siguiente salimos hacia Ventotene, otra de las islas, había poco viento y el mar estaba muy calmado, en el trayecto pasamos por una roca que sobresalía del mar; piedra de boite, que según el angulo que la veías cambiaba de forma, habían algunos pájaros en ella y el mar estaba muy calmado, Paco hasta se dio un baño.


Seguimos hasta el puerto vecchio, un antiguo puerto romano donde amarraban los navíos antiguos, todavía quedan algunos restos antiguos con más de dos mil años, como norais de piedra que se usaban para sujetar los barcos. Es impresionante pensar como tantos barcos de diferentes épocas han navegado por las mismas aguas. Después seguimos navegando hasta Ischia, una de las islas del golfo de Napolés.